Pátzcuaro: ¿Un problema de gobiernos o de conciencia ciudadana?

Desde que tengo memoria, las quejas sobre los malos gobiernos de nuestro querido municipio no han cesado. Nos lamentamos de la corrupción, el robo descarado del presupuesto público, el nepotismo y el sinfín de promesas incumplidas. Pero hay un aspecto crucial que, en mi opinión, rara vez tocamos: nuestra propia responsabilidad social. ¿Acaso la raíz de nuestros problemas solo está en las malas gestiones políticas? ¿O también deberíamos mirar más allá de los políticos y preguntarnos qué tipo de ciudadanía estamos cultivando?

Pátzcuaro, uno de los destinos turísticos más importantes de Michoacán y México, sigue siendo azotado por una insostenible apatía, a menudo alimentada por los propios habitantes del municipio. Aunque la ciudad es un emblema de belleza y riqueza cultural, esta belleza está siendo desmantelada por la creciente ola de vandalismo y negligencia local. Un ejemplo claro y doloroso de esto es el robo sistemático de las nochebuenas del nacimiento monumental cada diciembre. Un esfuerzo por embellecer la ciudad y mantener viva una de nuestras tradiciones más entrañables, es arrasado por aquellos que, en lugar de velar por su preservación, lo destruyen sin contemplación. La falta de respeto a la propiedad pública refleja una enfermedad social mucho más profunda: un profundo desapego por lo ajeno.

Lo mismo ocurre cada año con las flores de cempasúchil que adornan la Plaza Vasco de Quiroga durante la Noche de Ánimas. Estos robos no solo destrozan la estética de la festividad, sino que violan el homenaje que rendimos a nuestros muertos. Son actos que no sólo afectan el paisaje urbano, sino que hacen eco de una mentalidad de indiferencia y egoísmo, donde el patrimonio de todos se convierte en el botín de unos pocos.

A la lista de saqueos y destrucción se suman los destrozos intencionales a los maceteros de la calle Ponce de León. Recordemos que incluso hace algunos años, un proyecto de mamparas con lonas educativas sobre los monumentos históricos de Pátzcuaro fue vandalizado. ¿Por qué no se han realizado más proyectos sociales del mismo tipo? Quizá tenga que ver con lo poco que se respeta y se valora la inversión de tiempo, dinero y esfuerzo.

¿Y qué se espera de una ciudad donde actos como estos no sólo son posibles, sino que parecen convertirse en una tradición?

Este vandalismo no es sólo un problema de estética urbana, es un reflejo de la falta de aprecio por los esfuerzos colectivos, tanto de las autoridades como de aquellos ciudadanos comprometidos con el progreso y embellecimiento de nuestra ciudad. Cada pieza rota, cada planta arrancada, cada pared pintada o ensuciada es un testimonio de nuestra indolencia como comunidad. El daño no solo es visible, también es emocional, ya que reduce la dignidad de todos.

¿Acaso no nos damos cuenta de que estos actos no solo perjudican a las autoridades, sino a todos? La falta de respeto por los espacios públicos y el patrimonio común refleja una carencia de valores y una desconexión con el sentido de pertenencia. La ciudad no es propiedad de un individuo, ni siquiera de un grupo de personas; es un espacio compartido, donde todos debemos ser responsables.

Los invito a estar pendientes de la decoración y las figuras del nacimiento monumental, obsérvenlas antes de la caravana de Reyes Magos y de la colocación de los puestos y visítenlo después de tales acontecimientos. Cuéntame las diferencias que encuentres.

Es hora de que los ciudadanos de Pátzcuaro, y de cualquier ciudad que atraviese por este mismo mal, entendamos que la transformación empieza en nosotros. La cultura del respeto y la conciencia ciudadana debe ser prioridad si deseamos que nuestros pueblos prosperen. De lo contrario, seguiremos siendo cómplices del desmantelamiento de nuestro entorno, no por las decisiones de unos pocos, sino por nuestra propia inacción y falta de civismo.

Solo cuando logremos entender que cuidar lo que es común es un acto de dignidad colectiva, podremos exigir a nuestros gobernantes lo que verdaderamente merecemos: una ciudad que brille tanto por su belleza como por la integridad de su gente.

Y aclaro, no estoy defendiendo al gobierno actual, con el que también tengo temas y bastantes opiniones, pero eso tendrá que ser para la siguiente nota.

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