Luto entre las velas: asesinan al alcalde de Uruapan durante el Festival de las Ánimas

La noche que debía estar llena de luz, música y tradición se tiñó de sangre.

En el corazón de Uruapan, frente a cientos de familias que celebraban el Festival de las Velas, el alcalde Carlos Manzo Rodríguez fue atacado a balazos mientras saludaba a los asistentes y se tomaba fotografías.

El sonido de los disparos rompió el murmullo alegre del público. Las velas temblaron, los niños corrieron y los gritos ahogaron la música que minutos antes acompañaba una de las celebraciones más queridas del Día de Muertos. Entre la confusión, el edil cayó herido. Sus escoltas reaccionaron de inmediato; uno de los agresores fue abatido y dos más fueron detenidos.

Pese a los esfuerzos de los paramédicos, Manzo perdió la vida camino al hospital. Su cuerpo fue cubierto con una manta blanca, mientras las luces de las velas seguían encendidas, como si el pueblo entero se resistiera a creer lo que acababa de ocurrir.

Un hombre que no calló ante el miedo

Carlos Manzo, de 45 años, había llegado al gobierno municipal como candidato independiente, con el discurso firme de limpiar la política local de intereses criminales. Era un hombre cercano a la gente; solía caminar sin aparatoso protocolo, saludar a comerciantes, atender quejas y compartir su visión de un Uruapan en paz.

Sabía del peligro. Lo había dicho abiertamente: “No quiero ser un alcalde más en la lista de los ejecutados.”

En los últimos meses había denunciado públicamente la presencia de grupos armados y exigido mayor apoyo federal. Aun así, se mantenía en su puesto, convencido de que la esperanza debía ser más fuerte que el miedo.

El pueblo en silencio

Después del ataque, el festival se suspendió. Las calles quedaron cubiertas de velas encendidas que ya no alumbraban celebración, sino duelo. Los habitantes, todavía incrédulos, permanecían en silencio frente a la plaza, mientras el eco de las sirenas se mezclaba con el aroma del copal y las flores de cempasúchil.

Las autoridades desplegaron un operativo conjunto en todo el municipio. El gobernador condenó el crimen y prometió que no habrá impunidad. Pero entre la gente el sentimiento era otro: tristeza, rabia y una profunda sensación de desamparo.

La última bendición

Poco antes de los disparos, el alcalde había pronunciado un breve mensaje ante la multitud:

“Que Dios bendiga a este hermoso pueblo y que disfruten de este festival.”

Palabras simples, dichas con una sonrisa, que hoy suenan como despedida.

El fuego de las velas, símbolo de vida y memoria, acompañó su partida. Esa noche, Uruapan no solo lloró a su presidente municipal: lloró también la pérdida de la paz, la fragilidad de sus tradiciones y la sombra de la violencia que insiste en arrebatarle su luz.

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